enero 1995
TRATO QUE RECIBEN LOS ANIMALES
Puede establecerse que entre el 20 y 30 por ciento de los animales involucrados en la cría intensiva y transporte hacia los mataderos, perecen por enfermedades, golpes, asfixia, aplastamiento o presentan heridas de cierta gravedad. Ello es especialmente preocupante en los cerdos.
Las condiciones de almacenamiento y matanza son atroces. Para tener una idea el sufrimiento y tormento que alcanza a cantidades enormes de seres sensibles, debe saberse que en España existen, entre grandes y pequeños, unos mil mataderos. Un matadero importante puede sacrificar una cadencia de 200 a 400 cerdos por hora, cinco días a la semana en una jornada laboral normal. En Francia se ha llegado a 900 cerdos por hora o a sacrificar 60 terneros/hora. Si pasamos a las aves las cantidades se disparan: entre 7.000 a 8.000 aves son sacrificadas cada hora en los más modernos.
Después de una penosa y larga jornada, sin poder ni descansar, hacinados, sin comida ni bebida y a resultas de las inclemencias: calor sofocante o frío y lluvia, llega la descarga que suele hacerse a golpes. Los animales enfermos o que ha resultado heridos, que no pueden valerse por sus propios medios, son arrastrados mediante poleas y cadenas atadas a sus patas. O, si sus fracturas o hematomas hacen que no sean comercializables sus carnes, simplemente, son muertos a golpes en el mismo muelle. Cuando no se sigue este expeditivo procedimiento y se hace por el procedimiento recomendado por los veterinarios, el animal herido o enfermo, ya sean cerdos, ovejas, terneras y, en ocasiones, caballos de carne, se llevan como se puede y sin ningún dispositivo preparado exprofeso al lazareto o matadero sanitario; una vez suspendidos, la cadena avanza hacia el matarife quien les secciona la yugular. El sangrado es como el descrito anteriormente con el agravante de un sufrimiento horrible para el animal hasta que deja de convulsionarse y perece. Pese a estar prohibido por la ley y sancionado con multas desde 500.000 pesetas hasta 5.000.000 de pesetas, ninguna denuncia de los servicios veterinarios oficiales llega a hacerse efectiva y resulta como normal, en España y algún otro país, el que no se aplique el aturdido a las ovejas y que el de los cerdos y terneros sea insuficiente.
Pese a que la legislación vigente obliga a un trato digno y a una muerte rápida y lo más indolora posible, la realidad es que esta es la norma más incumplida y menos controlada por los servicios veterinarios oficiales encargados de velar por ello.
Desde el punto de vista de los industriales y técnicos de este secor, preocuparse por este tema es, sencillamente, antieconómico. Lo único que interesa son las toneladas de carne producidas diariamente y, por tanto, no tienen el más mínimo interés en preocuparse por el asunto. La profesión veterinaria en los mataderos se halla fuertemente comprometida y no encuentran, tampoco, en la administración el respaldo que merecerían; pese a que en muchos casos su ética y buen hacer profesional les obligaría a denunciar tales hechos; su puesto de trabajo , o cuanto menos su prestigio o ciertos privilegios laborales, peligrarían si llegasen a ser considerados antieconómicos por el cada vez más poderoso trust de los propietarios de los grandes mataderos. Por ello se limitan a controlar la ya dudosa calidad higiénica de la carne. En otras palabras: está mal visto, en estos medios, el preocuparse por los animales y puede llegar a ser peligroso si se pretende seguir trabajando en este sector.
POSIBLES SOLUCIONES
El problema de las denuncias que, si se producen, nunca llegan a su finalidad -si es que algún veterinario de atreve a hacerlas- debería ser investigado por una Comisión, con amplios poderes de los departamentos de sanidad y agricultura para que, sin previo aviso, pudiesen presentarse en los mataderos. Comisión formada por personas competentes y ajenas por completo a los medios y entramados habituales del sector.
Un distintivo de calidad para aquellos circuitos de la carne -crianza, engorde, transporte y sacrificio- que dispensasen un trato humanitario a los animales sin manipulaciones, estrés ni sufrimiento, pues está absolutamente demostrado que los animales sacrificados bajo la tensión y después de sufrir malos tratos desarrollan substancias en sus fibras musculares que bajan el nivel de la calidad de la carne y sobretodo su capacidad de conservación. Actualmente la firma de distribución del norte de España Eroski, a través de sus grandes superficies, hipers y detallistas está garantizando carnes bajo esta garantía con unas ventas cada día más crecientes.
Cualquier matadero con un sello consolidado de garantía por tener sus puertas abiertas a la inspección ya sea de la administración o de organizaciones animalistas de reconocida solvencia, seria un motivo de promoción. Esto, por ahora es impensable por lo mucho que tienen que ocultar.
La utilización de aparatos de aturdimiento con lectores electrónicos precintados, similares al control de los tacógrafos existentes en vehículos pesados, registraría la cantidad, intensidad y velocidad de la cadena diariamente. Un sencillo contraste de los animales sacrificados con la homologación y capacidad del matadero, pondría de relieve, al menos, una de las causas que más perjudica para un mejor trato de los animales: las prisas para obtener mayor tonelaje de canales.
El gran problema reside en la dificultad del control. Las autoridades sanitarias y competentes que deberían velar por ello, parecen demasiado comprometidas con los industriales y nunca aparecen presentes cuando se cometen estos hechos que dejan de ser irregularidades por su cotidianidad.
Y por último: una llamada pública a la maltrecha ética profesional de los veterinarios responsables, recordándoles que sólo ellos pueden hacer un servicio realmente importante para millones de seres vivos sensibles al dolor. Y no, tan sólo, limitarse a controlar la calidad de la carne?
LOS ANIMALES Y LA INDUSTRIA DEL BIENESTAR
Herodoto
En la década de los cincuenta se extendió, fomentada por la aparición de los primeros aviones jet comerciales, la moda de lo aerodinámico. Aparecieron por doquier formas suavizantes tipo supositorio, con rutilantes cromados: para un mejor deslizamiento, para cortar mejor el aire, para ir más deprisa. Todo tenía que aparentar nuevo, brillante, eterno. Hasta se llegaron a fabricar ataúdes aerodinámicos; ¿serían, acaso, para trasladarse más rápido hacia la eternidad?. En España, recordando, aún, los devastadores efectos de nuestra sangrienta guerra civil, los escuálidos españolitos contemplaban, con admiración y envidia, aquellos famosos coches haigas que, traídos de las américas por emigrantes con fortuna, eran un derroche de ostentación: era la época de los Rodríguez, los Areces, los inicios de El Corte Inglés, de Sederías Carretas, ahora Galerías.
La industria, la sociedad capitalista, de mercado, sobre la que se basa nuestra economía, sólo tiene un objetivo: producir ventas y generar beneficios. Cualquier decisión de marketing o avance tecnológico resulta válido si se alcanza lo propuesto. El bienestar, en realidad, responde a una imposición sobre las gentes que, como en tantas otras ocasiones, tienen que seguir por los caminos que se les trazan. Y quienes imponen las reglas son los países más desarrollados y, también, democráticos.
Democracia, desarrollo, bienestar… ¿obedecen, realmente, y son las claves de la inalcanzable y deseada felicidad? Pero dejemos estas filosofadas para quienes quieran, y puedan, desarrollarlas. Centrémonos en esta economía dirigida que, bajo atrayentes formas, nos lleva, y obliga, a adoptar comportamientos, costumbres y tipos de alimentación que, colateralmente, nos preparan el camino hacia el otro mundo, ya sea en forma de cáncer, infarto, sida o lo que aparezca.
En los países industrializados -España va camino de lograrlo- se está perdiendo en cuanto a la alimentación la noción del producto real en su estado natural. En su forma y hasta, a veces, en su color. Los conservantes, amparados bajo unas intrincadas siglas y dígitos, hacen posible el escamoteo de nuestras sensaciones y conocimientos naturalistas. Cualquier tipo de alimento se presenta envasado y se consume más por el aspecto del design gráfico y formal que por la base de su contenido.Y dentro de este impacto subliminal, si quieren así decirlo, ya no se sabe ni lo que se mete en el congelador -recuerden que debe ser, por lo menos, de tres estrellas- ni lo que se come: un compacto ladrillo verde resulta ser espinacas; los pimientos y berenjenas de invernadero, muy brillantes, vienen enfundadas en acharolados y transparentes derivados del petróleo; los huevos sólo conservan de natural la acepción que por su forma los define pero disociados ya de la gallina, que si la viésemos, la pobre, tendríamos que hacer estudios para recalificar la especie; los pollos, bien embalados con sus muslitos fijados por un artefacto metálico ad hoc, aparecen gordos y bien apretados entre su base de porexpan y corsé trasparente. Les llamamos vegetales, huevos, carne… pero denominarlos, a partir de ahora, XZ25 o H032 también sería válido; y quizás aún mejor para codificar y procesar por ordenador. Si seguimos con los antiguos vocablos es por pura filogenia gramatical.
¿Qué quiere decir todo esto? Pues, que comemos lo que la industria del bienestar quiere que consumamos y esta industria, muchas veces a través de una publicidad engañosa, nos presenta, como siempre, un mundo ideal, alegre, feliz, sin dolor y sin crueldad. Interesa disociar y crear nuevas imágenes: aquellos huevos están allí, bien ordenados, como producidos por una máquina, el pollo acharolado ya no tiene casi forma de animal, el tajo redondo -atado con bramante- no pertenece a una ternera, el rojo -si por hormonación no ha desaparecido-ya no es de su sangre sino una textura que estimula el sentido alimenticio.
La consigna es clara: ofrecer una nueva imagen para que se acepte el producto tal como se nos presenta. Hay que evitar a toda costa que el consumidor pueda: conocer, recordar, preguntar, pensar y menos investigar las condiciones atroces de existencia, las mutaciones y los cruces entre especies a que están sometidos los animales de abasto para producir más y mejores resultados económicos. El contraste de su estado actual con el biotipo clásico de su especie pondría en evidencia la falta de humanidad, de caridad y la crueldad que se está cometiendo sobre el mayor número de animales existentes -los de abasto- sin un mínimo de reconocimiento de sus derechos vitales.
El avance de la tecnología en los últimos tiempos no ha hecho sino mirar hacia la productividad, sin tener ni un ápice de piedad, ni reflexión con unos seres indefensos, ¡nocentes, pacientes y dolientes. Es lamentable que el desarrollo, la modernidad, y el bienestar de los humanos no sea extensible, también, al beneficio de un trato más humanitario para todo ser sensible.
A lo largo de la historia de la humanidad los animales con sus cuerpos y su esfuerzo, nos han sustentado y así, tristemente, deberán continuar soportándolo si no se produce un revulsivo sobre su situación para mejorar su angustiosa situación ahora ya absolutamente vergonzante.
SACRIFICIOS RITUALES
La religion islámica exige que los animales para ser consumidos -a excepción del cerdo que les está prohibido-, sean sacrificados de acuerdo con el rito islámico, o sea por degüello y mirando hacia La Meca. Esta práctica impide, también, el aturdimiento previo. La legislación europea toma en consideración esta circunstancia y así la Directiva del Consejo de la Unión Europea de fecha 18/11/1974 en su artículo 4 dice textualmente al referirse al aturdimiento en los mataderos «la presente directiva no afecta a las disposiciones nacionales relativas a los métodos particulares de sacrificio practicados por ciertos ritos religiosos». Trece años más tarde, cuando esta Directiva tuvo que ponerse en práctica, obligatoriamente, en España, el artículo 6 del Real Decreto del 18/12/1987, dice «la presente disposición no afecta a los procedimientos utilizados para el sacrificio de los animales impuestos por determinados ritos religiosos».
En el matadero municipal de Sabadell (Barcelona) se sacrifican semanalmente, según este rito, una decena de terneras y un centenar de corderos que son adquiridos por cerca de 25 carnicerías propiedad de musulmanes que son clientes habituales.
Fuente de información: ADDA Defiende los animales. (Revista número 13)
Más información visitar web revista relación de contenidos por tema: Animales de granja y Cría Intensiva