24 octubre 2019
El grupo animalista Essere Animali publica una investigación sobre la violencia en dos granjas italianas de gallinas. La organización denuncia que los huevos que se producen se están vendiendo cómo si fueran de origen campero, cuando las aves no ven en ningún momento de su vida la luz del día.
El maltrato animal en la industria ganadera vuelve a ser noticia. Gallinas que son lanzadas de manera brutal contra el suelo como si se tratase de objetos sin vida para, después, terminar siendo pateadas, hacinadas o, incluso, utilizadas para golpear a otras aves de la granja. Estas y otras prácticas atroces han sido desveladas por la organización italiana Essere Animali, que ha realizado una investigación con cámaras ocultas en algunas granjas del país europeo.
Las imágenes, grabadas por trabajadores de las granjas italianas de Castrocaro y San Zaccaria, muestran cómo las gallinas llegan hacinadas en pequeñas jaulas y cómo los operarios descargan los camiones con una violencia extrema. Tras la llegada, los animales más jóvenes, aquellos que aún no han desarrollado la capacidad de poner huevos, son almacenados en cobertizos, hasta que alcanzan el momento de desove y son trasladados a otro lugar. Es entonces cuando son trasladadas a la zona de producción, donde cerca de 20.000 gallinas se aglomeran, unas encima de otras, y superan la densidad máxima de nueve animales por metro cuadrado establecida por la legislación.
Las cámaras también han captado cómo los operarios de la granja tratan de manera burlesca a algunos polluelos moribundos por el ajetreo del viaje. Estas aves, las que llegan más débiles o con alguna enfermedad, terminan muriendo de hambre sin recibir ningún tipo de tratamiento. Cuando el destino no es ese, los trabajadores proceden a sacrificar a las aves con crueldad, de manera inexperta y sin un proceso de aturdimiento previo, tal y como dictan las normativas europeas de bienestar animal. “¿Te vas a recuperar o tengo que matarte?”, espeta un operario mientras sujeta a una gallina moribunda.
Todo ello en unas instalaciones deficientes a nivel de higiene. Tanto es así, que la publicación muestra cómo los trabajadores tienen que rescatar algunos huevos que han sido devorados parcialmente por ratones. No solo eso, sino que también se puede observar cómo un empleado retira los restos de un roedor finado en el suelo de la granja. “Se lo comen todo”, dice.
Gallinas enjauladas
El problema, según denuncian, tiene que ver –además de las imágenes de crueldad– con que los huevos que se producen en esas instalaciones terminan siendo catalogados de origen “campero”, cuando ninguno de los animales que se crían allí ven la luz. De hecho, además de las gallinas que permanecen alimentándose del suelo en pequeños hangares, se han podido constatar imágenes de gallinas enjauladas en celdas del tamaño de un folio, algo común y permitido por la ley, pero que no reflejaría el origen real del producto que después se estaría vendiendo en los supermercados del país italiano, según apuntan desde la organización.»Para evitar casos de estafa a los consumidores son necesarios mayores controles y sanciones»
“En comparación con otros productos, los huevos sí que contienen información para indicar al consumidor la procedencia del sistema de producción. Esto no evita que pueda haber casos de estafa a los consumidores y para evitarlos son necesarios mayores controles y sanciones”, explica Silvia Barquero, directora ejecutiva de Igualdad Animal, fundación española que lleva años luchando contra el sistema de gallinas enjauladas. “Este es un método de crianza cruel que debería prohibirse. Las empresas de alimentos y los productores deberían pedir a sus proveedores que terminen con estas prácticas de inmediato”, añade Claudio Pomo, miembro de Essere Animali.
“Las jaulas representan la lógica perversa de la explotación animal: convertir la vida de los animales en un infierno para obtener el máximo beneficio económico”, valora Barquero. En España, según los cálculos de Igualdad Animal, 38 millones de gallinas pasan sus vidas en estas diminutas cárceles. Si bien es cierto que hay determinados Estados como Alemania, Austria o Luxemburgo que han prohibido este modelo de producción, no hay un marco legal europeo que permita que restringirlo para siempre.
En España la legislación no ha avanzado demasiado. Sin embargo, el trabajo de las organizaciones animalistas está siendo redirigido a la sensibilización de los consumidores para tratar de arrancar compromisos empresariales a las grandes cadenas de supermercados. Tanto es así, que determinadas compañías se han comprometido a dejar de vender huevos del tipo 3, es decir, puestos por gallinas que viven enjauladas.
Lidl, Aldi, Ahorramás y Condis ya no venden huevos producidos en jaulas y Alcampo se ha comprometido a dejar de hacerlo a partir de 2021. No obstante, son pequeños acuerdos a los que las empresas se acogen de manera particular y sin ningún tipo de carácter vinculante. Las políticas, por su parte, siguen por detrás, ajenas al espíritu de la ética animalista.
Fuente de información: Público