7 junio 2019
Próximamente, si nada lo impide, comenzará a funcionar en Binéfar (Huesca) el matadero más grande de Europa, con capacidad para matar a 32.000 cerdos al día. Uno tras otro, entrando vivos, asustados, tratando de protegerse unos a otros, oliendo la sangre, intuyendo la muerte, sin poder escapar, chillando desesperados. Uno tras otro hasta 32.000 al día. Casi ocho millones al año. Una factoría de muerte. La más grande de Europa. Habrá quien diga que será un orgullo para Binéfar, para Huesca, para España.
En Huesca la explotación animal está en auge. La ganadería se ha convertido en un medio para llenar la España vaciada, aunque se llene de sufrimiento, de dolor, de pestilencia, de contaminación. Porque ese vertedero no solo será sede de un auténtico holocausto animal sino que será un foco de degradación medioambiental como pocos. Según se desprende del informe técnico registrado en el Ayuntamiento de Binéfar, este macromatadero emitirá 126 toneladas de CO2 cada día, el equivalente al que absorben 6.500 árboles al año, y 1,3 millones de metros cúbicos de basura contaminante cada año. A la espalda del macromatadero hay un gran embalse que hoy se puede rodear caminando. Cuando empiece a funcionar, el macromatadero captará el equivalente a dos piscinas olímpicas, 5.000 metros cúbicos de agua cada día, 60 litros por segundo.
Mientras la ONU alerta sobre el impacto de la ganadería en el calentamiento global y los purines de las granjas se revelan como un poderoso veneno contra la vida a su alrederor, Binéfar se prepara para albergar el horror.
En el entorno abundan las naves industriales en mitad de la nada. Asépticas en la distancia. Unas más pequeñas, otras enormes. En su interior miles, decenas de miles de animales hacinados, naciendo, enfermando, muriendo, pariendo. Sufriendo. Son las granjas que abastecerán a ese macromatadero de su materia prima esencial: los cuerpos de esos animales. El tráfico de camiones transportando esos cuerpos aún con vida hacia su cruel destino es constante en la zona. Cuando abra la megafactoría se incrementará considerablemente.
El responsable de este proyecto es Piero Pini, empresario italiano al que se ha relacionado con la mafia, y que ha estado recientemente en prisión en Hungría por fraude fiscal. Antes había sido detenido en Polonia acusado de una presunta estafa articulada a través de una empresa con elementos similares a la proyectada en Binéfar, aseguran los activistas. Según publicó entonces la prensa italiana, el matadero del empresario en el centro de Polonia tapaba una red de decenas de empresas dedicadas a actividades delictivas.
En Binéfar ya hay otro matadero, mucho más pequeño que el proyectado, y sus efectos ya hacen que muchos vecinos se opongan a este nuevo proyecto. En el pueblo huele a orines, a heces, a enfermedad, a mugre, según dicen. En verano es insoportable, hay que cerrar ventanas y tirar de aire acondicionado. Hace algunos años se podía ver sangre y tripas en las alcantarillas del pueblo. En algunos parajes al despuntar el día el silencio permite escuchar los gritos de los cerdos. Las primeras víctimas del nuevo macromatadero, a solo dos kilómetros del núcleo urbano, van a ser sus decenas de miles de víctimas diarias, pero también los vecinos van a pagar el precio. Ya lo están pagando. La degradación medioambiental puede ser irreparable.
El anuncio de apertura de ese macromatadero y las informaciones sobre la opacidad y las posibles irregularidades alrededor de ese proyecto han conducido a Binéfar a varios activistas por la liberación animal de toda España, que han montado un campamento permanente antiespecista en un parque público justo frente al infierno y han coordinado movilizaciones en diferentes lugares para alertar de lo que va a ocurrir en ese pueblo de Huesca.
Se sienten, como las granjas, en mitad de la nada, en un paisaje en el que no hay refugio frente a las inclemencias metereológicas. El sol, el calor, la lluvia o el frío son implacables y la única protección son las lonas y las tiendas en las que se refugian cada día, en las que reciben el apoyo de algunos y también los ataques de otros.
Rodeados de abuso y de esclavitud, dicen esos activistas, tiene sentido defender día tras día de forma permanente la liberación animal, hacerla visible y enarbolarla frente a los camiones que cada día pasan por esas carreteras cargados de terror hacia la muerte. Entre la carretera y la vía del tren, cada vez que pasa un convoy despliegan pancartas, corean protestas.
Desde el campamento se ha desplegado un activismo de concienciación en el pueblo, con reparto de panfletos, «cubos de la verdad» en los que descubrir lo que habrá dentro del matadero, degustaciones de comida vegana y debates con vecinos interesados en saber más sobre esa lucha que es el veganismo.
Dos semanas después de plantar el campamento, los activistas se manifestaron contra el macromatadero por las calles del pueblo. El pasado 5 de marzo el colectivo Vegancha organizó unas jornadas con charlas y talleres en las que participaron más de cuarenta personas. Después cortaron el paso a las obras del macromatadero para reivindicar su paralización.
Durante este tiempo han pasado por el campamento multitud de activistas de diferentes puntos del Estado, incluso personas de otros puntos de Europa que han conocido la protesta por las redes sociales. Quienes permanecen allí permanentemente agradecen la oportunidad de compartir la lucha y de tejer redes de activismo, cohesionando la lucha antiespecista.
El 25 de mayo diversos colectivos y activistas antiespecistas llegados de Madrid, Barcelona, Huesca, Iruña, Málaga, Valladolid, Girona, Teruel, Lleida, Valencia, Gasteiz y pueblos cercanos a Binéfar se concentraron en una marcha convocada en las redes sociales y que terminó a las puertas del macromatadero, donde leyeron un manifiesto exponiendo las razones contra su apertura y contra la explotación de los demás animales.
Desde hace unos días pesa sobre el campamento una orden de desalojo que aún no se ha ejecutado. Dudan de que pueda ejecutarse, más allá de desmontarles las tiendas y las lonas, porque el terreno en el que se han instalado es un parque público. Pero la amenaza está ahí. Y si ellos se van, lamentan, nadie alertará de que infierno se pone en marcha.
Los activistas aseguran que las obras prosiguen y el macromatadero abrirá de forma inminente si nada lo impide. De hecho, hay quienes aseguran que en la segunda quincena de este mes comenzarán «las pruebas con animales». Por ello lanzan un llamamiento al activismo, no solo animalista sino ecologista para poner el foco en Binéfar y que esa gran factoría de horror y sufrimiento no llegue nunca a abrir sus puertas. De hecho, lamentan con cierta sorpresa que las más potentes organizaciones animalistas y en defensa del medio ambiente apenas hayan alzado la voz contra este macromatadero, a pesar de que algunas de ellas sí están en una lucha frontal contra las macrogranjas, la otra cara de la misma moneda.
Debe ser una lucha global, insisten, y con ella quieren también contribuir a un debate que consideran urgente sobre cómo los humanos queremos relacionarnos con los demás animales, con la vida que nos rodea.
Fuente de información: Eldiario.es