Julio 2020
M. C. – Defender a los animales supone, casi siempre, perturbar a algún colectivo que, además, suele ser poderoso, ampliamente expandido y con gran incidencia en lo social, como es el sector cárnico. Se observa que, si bien la tecnología avanza con la automatización, la robótica, los láseres, etc., también y con prontitud encuentra lugar en lo que llamamos máquianimal, porque ya es más máquina que ser sensible merecedor de un mínimo respeto.
Para su «producción», tecnología en mano, hay que crear y perfilar este sofisticado «ente», que es un ser viviente, al que está tan incardinado dentro de la mecánica avanzada, para producir un producto comestible que, siendo carne, cada vez se desconecta más de ella, llegando al consumidor bajo las más variadas y vistosas ofertas.
¿Cómo pueden llamar la atención los defensores de los animales —animalistas— a quien corresponda de que ha llegado el momento de hacer una parada, dar un toque de atención y una toma de conciencia? Tendría que ser Europa donde debería resurgir esta llamada a la reconversión. Darse cuenta de que este no es el camino y que es perentorio y necesario establecer unas «líneas rojas» que reconozcan que los animales, seres sensibles, merecen un respeto y tienen sus derechos. Esta premisa que ahora, aquí, se presenta ¡claro que se logrará!, pero ¿a cuántos años vista? ¿Se tolerará que el mercantilismo engulla definitivamente todo el futuro buen trato y la defensa de los animales?
La alimentación de la especie humana, algo vital para la supervivencia y el futuro, precisa de variedad de alimentos que sean asequibles. Actualmente, y con creces, el recurso más importante resulta ser la carne. Un planeta que, con el continuado incremento de la población —está alrededor de los 7000 millones de habitantes—, ha encontrado en su consumo una de sus principales soluciones. Se sabe, cada vez más, que es necesario reducir el consumo de carne, pero para esto la máquianimal debe dejar de existir, pues su ingesta no beneficia a la salud humana. En especial, la carne «barata», la más extendida y asequible, resultado de una serie de manipulaciones con las que se obtiene y que, por conocidas, no vamos a reproducir.
MÁS DIFÍCIL TODAVÍA
La progresión técnica, cada día más imparable, está llegando a límites extremos. En Francia —e incipiente ya en España—, existe la granja rotatoria de las mil vacas con la automatización de la materia prima, que es la máquianimal; todas, por el momento, en tierra firme. Pero Holanda ya tiene la granja flotante, Premium, para vacas en pleno puerto de Róterdam, entre megabarcos, contenedores, cemento y grúas; esta «granja» ha llegado a la sublimación de la técnica y la economía circular. Ha encontrado el círculo perfecto: desde la venta de la leche envasada y convenientemente pasteurizada, como la evacuación de los orines, también tratados, para su vertido en el puerto, como las heces que empaquetadas se venden como abono. Todo en un ordenado y pulcro ambiente marítimo.
Se dice «flotante», pero está bien sujeta al fondo del agua con rígidos pilares, y la flotabilidad la constituyen tres enormes cajas de hormigón armado en su línea de «flotación».
Holanda, un bello país representado por un molino y una vaca, da por desaparecida a la vaca. ¡Las vacas son para los puertos y lo más cerca posible, en la vía de la proximidad, para la venta de su leche! Esta «suite vaquil» es defendida por sus promotores como conveniente, bajo el argumento de dejar libres otros espacios de tierra necesarios para el desarrollo del medio ambiente.
Nos resulta difícil imaginar la utilización de seres sensibles como son los animales, integrados en un mundo tan antinatural y ligado exclusivamente a la motivación crematística.
Ong ADDA