¿Es cruel con las vacas la producción de leche?

La leche de vaca está cada vez más cuestionada por el trato que reciben estos animales en su elaboración. ¿Contribuimos al maltrato con el café de la mañana? Así están las cosas en España, donde la ganadería intensiva domina el sector.

21 junio 2022

Los seres humanos somos los únicos mamíferos que beben leche tras el periodo de lactancia. Este hecho no significa mucho en sí mismo -tampoco hay otros mamíferos que coman paella o jueguen en la Nintendo al Mario Kart-, pero nuestro empecinamiento lácteo nos obliga a extraerla, casi siempre, de las vacas. ¿Cómo se trata a estos animales en el proceso? Muchas voces críticas nos recuerdan la crueldad de separar a las vacas de sus crías al poco tiempo de nacer, denuncian prácticas dolorosas como la extracción de cuernos o subrayan el largo tiempo que pasan las bestias amontonadas dentro de los establos. Desde la industria defienden sus métodos de producción, y hay marcas que lucen sellos de “bienestar animal”. ¿Podemos tomarnos un café con leche de vaca con la conciencia tranquila? ¿O somos cómplices del maltrato animal?

El tamaño medio de las explotaciones españolas fue de 64 vacas de ordeño en 2020, un 24% más que en 2016, cuando la media era de 51 ejemplares, según un estudio del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Este incremento progresivo del tamaño de las granjas se enmarca en un sistema productivo dominante en el que estos animales no están libres en inmensos prados verdes como los de Heidi: “Explotaciones extensivas de leche en España no hay. Ninguna. Lo que puede haber son explotaciones semiextensivas, en las que salen un rato a pastar pero no están sueltas por el monte, entre otras cosas porque hay que ordeñarlas dos veces al día”, explica Pol Llonch, investigador en bienestar animal en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Requisitos para que la vaca esté feliz

El proyecto Welfare Quality, con financiación europea y que se desarrolló entre 2004 y 2009, reunió a más 40 instituciones de 17 países para investigar sobre el bienestar animal. Uno de los participantes fue Antonio Velarde, jefe del programa que estudia este tema en el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA), que cuenta que la conclusión a la que se llegó fue que éste es un concepto multidimensional que reúne cuatro principios básicos que lo garantizan: una buena alimentación, un buen alojamiento, una buena salud y un comportamiento apropiado.

“Buena alimentación, es decir, que no pasen hambre, que tengan acceso a la comida y agua tanto en cantidad como calidad. Cuando hablamos del alojamiento, nos referimos al confort térmico y de descanso o que se puedan mover adecuadamente. Sobre la salud, que no tengan enfermedades, cojeras o lesiones, y luego, que el comportamiento sea el concreto de cada especie”, comenta Velarde en líneas generales.

Si toda la ganadería lechera es intensiva, ¿no hay bienestar animal?

En este tema lácteo, el que los animales tengan buenas condiciones de vida depende del punto de vista desde el que se mire. Jordi Gispert, responsable de comunicación de la Asociación para la Defensa de los Derechos del Animal (ADDA), lo tiene claro: “Hay que diferenciar muy bien entre la ganadería extensiva, que respeta los ritmos biológicos, y las explotaciones industriales, que son aberrantes para las vacas y el medio natural”.

En su opinión, bienestar animal es un concepto que sirve “de lavado verde” para muchas granjas: “¿Cómo se puede hablar de ello cuando una vaca está encerrada en dos metros cuadrados siendo un mamífero tan grande, forzada a inseminaciones artificiales, a ser vista como un mero producto sin acceso siquiera en muchas ocasiones a pastos, alimentada con productos fabricados, sin movilidad y sin llevar su ritmo de vida natural?”, se pregunta Gispert, que dibuja un escenario muy similar al que aparece en el documental Vaca, de la cineasta Andrea Arnold.

Por contra, el investigador Pol Llonch afirma que es compatible el bienestar animal con la producción intensiva lechera: “Es verdad que este sistema conlleva algunos retos como el manejo de procesos dolorosos o la limitación de algunas conductas naturales como el pastar. Pero también es cierto que hay otros aspectos que, por lo general, mejoran la calidad de vida si los comparamos con el ganado en extensivo”. Aunque a priori esto último suene contradictorio , Pol pone como ejemplo el control de la salud de estas vacas, “que es muy riguroso, constante y detallado, por lo que se conoce pronto si tienen algún problema y se puede actuar así a tiempo”. “También se les proporciona el alimento adecuado según sus necesidades, que en condiciones extensivas o medio salvajes no tienen”, añade este científico.

¿El número de vacas de una ganadería influye?

“No puede haber en unas naves 8.000 animales sin que esto sea perjudicial para ellos y para la salud pública. Absolutamente imposible. Pueden poner mil excusas, pero no es posible”, asevera Jordi Gispert desde ADDA. En España, en 2018 había 2.602 explotaciones con más de 126 vacas, el 19% del total, de las que 115 tenían más de 626 cabezas de ganado lechero, según un informe del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

“Para otros temas sí puede tener que ver, pero las condiciones de bienestar es posible que se den tanto en una grande como en una pequeña”, dice Antonio Velarde, que añade: “Puedes tener mejores condiciones en una explotación novísima, con personal formado, sistemas de aspersores y robots para que las vacas sean ordeñadas cuando quieran, que en una menor y antigua, donde no se ha hecho la inversión necesaria y el ganadero no está formado”.

“Aunque es verdad que hay otros retos, como el ambiental, con la concentración de purines, que se deberían tener en cuenta”, afirma Pol Llonch. Esta es una de las críticas más habituales que se les hace a las macrogranjas: la contaminación que conlleva su funcionamiento. La cooperativa Valle de Odieta tiene en El Caparroso (Navarra) una de las explotaciones lecheras más grandes de España, con 4.700 vacas de ordeño, y un proyecto aún en ciernes en Noviercas (Soria) que sería la mayor de Europa, con 23.000 cabezas. Esto ha provocado que organizaciones ecologistas como Greenpeace se opongan a estas instalaciones por su impacto medioambiental, aunque desde la entidad navarra aseguran que cumplen con la normativa y que cuentan incluso con una planta de biogás para minimizar la emisión de gases.

Vacas sin cuernos, sin crías y preñadas

Volviendo al bienestar animal, en la producción de leche se dan tres prácticas que generan mucha controversia: el descornado o desmochado, la separación de la madre y su cría y el número de gestaciones. Cada una tiene sentido dentro del sistema de producción intensiva de leche, aunque ello no impide que haya organizaciones que señalen que son prescindibles y perjudiciales para el ganado.

“Las tres son prácticas básicas del maltrato. No somos conscientes de lo que conlleva el corte de los cuernos y la de problemas físicos y de conducta que provoca a lo largo de toda su vida”, opina Jordi Gispert. “El descornado -o desmochado, si se extrae el botón germinal- puede ser doloroso para el animal en el momento, pero luego es beneficioso porque la vaca que tiene cuernos, si está estabulada en un corral es mucho más probable que sirvan para dañar a otros animales”, apunta Pol Llonch.

Asimismo, en ADDA piensan que la separación cría-madre es antinatural: “Se lo quitan al poco de parir cuando hay un periodo de lactancia en el caso de los terneros de muchos meses. Sufren un aislamiento total que les produce un estrés absoluto”, declara su responsable de comunicación. El investigador Pol Llonch lo ve diferente: “Aquí ocurren dos cosas: si se mantiene al ternero con la vaca, se queda con la leche que el ganadero vendería, por tanto la producción sería menor; y por otro lado, no está comprobado que una separación tardía sea mejor para el bienestar”.

Y en cuanto a la última de las prácticas mencionadas, el investigador de la UAB señala que, por lo general, hay una media de entre dos y medio y tres gestaciones por vaca; una cifra superior en la ganadería extensiva, ya que ésta se relaciona con la producción de carne, y ahí los animales viven más años.

¿Los sellos y certificaciones son la solución?

A partir de las conclusiones y protocolos surgidos del ya mencionado proyecto Welfare Quality y de otros posteriores como el Awin, el Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario (NEIKER) y el IRTA presentaron en 2019 el sello de bienestar animal Welfair, que hoy día certifican empresas como AENOR. Antonio Velarde, del IRTA, explica que el sistema de evaluación para la concesión del mismo establece unos criterios que miran al animal: “Al final el bienestar no lo tiene la instalación o el manejo, sino la vaca o el cerdo, y son ellos quienes te dicen si están bien o no”. Así, según Velarde este certificado se basa en parámetros como el tiempo que tarda un animal en tumbarse, “que es importante porque te dice si en los cubículos donde descansa es cómodo o no”, si tiene sensación de calor o de frío o jadea, si presenta cojeras o lesiones o el grado de suciedad, por ejemplo.

Para que una granja esté certificada debe cumplir con la legislación vigente y con los criterios fijados. Si quiere lucir el sello Welfair, además de eso la industria envasadora de leche debe demostrar el origen del producto. Una distinción con la que se muestran escépticos organizaciones como la OCU, que critica que no se observen aspectos como “las instalaciones, la densidad o la temperatura”, o el propio Jordi Gispert, que entiende “que al final las certificadoras quieren hacer negocio, y por tanto con unos mínimos les darán el sello para que las empresas les paguen”.

El investigador veterinario Pol Llonch opina que este sello y otros parecidos suponen un incremento en los requisitos de bienestar de las explotaciones, aunque “hay cosas que se escapan de esta certificación con aspectos que no se tienen en cuenta o por la propia naturaleza del mismo, ya que se hace una evaluación al año”. Para la concesión del Welfair el auditor valora si se cumplen los criterios durante unas siete horas de media; en el caso de las granjas que ya lo tienen, se revisa de forma anual para la renovación o revocación del certificado.

“La asignatura pendiente es conseguir sistemas que permitan un control más continuado y que no solo sean un día nada más. Al final, el sector lácteo es en el que más impacto tiene el bienestar animal en la productividad”, concluye Pol Llonch. “La idea es que sea un protocolo vivo, y cuando se identifiquen y desarrollen nuevas medidas se puedan implementar”, comenta Antonio Velarde, uno de los científicos que participan en un proyecto en el que entidades públicas fijan los criterios que luego comprueban empresas privadas. Las vacas, mientras tanto, seguirán dando leche para que puedas echársela al café de la mañana.

Fuente de información: Elcomidista.elpais.com

Leer artículo aquí

11 granjas porcinas de Castilla-La Mancha son tan grandes que ya no podrían construirse en España

9 junio 2022

Al menos 11 granjas de cerdos de Castilla-La Mancha no podrían construirse hoy por superar el tamaño máximo que permite la ley.

Castilla-La Mancha es la comunidad autónoma donde más ha aumentado el número de cerdos en la última década, según el censo agrario de 2020 publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Después de Murcia, es la región donde más se está intensificando la ganadería porcina, pues cada vez menos granjas albergan más animales. De hecho, al menos 11 granjas porcinas de Castilla-La Mancha son tan grandes que ya no podrían construirse en España por superar las 864 unidades ganaderas mayores (UGM) permitidas legalmente, según los datos que constan en sus autorizaciones ambientales integradas.

Estas explotaciones representan el 5,26% de las 209 granjas porcinas industriales de Castilla-La Mancha inscritas como activas en el Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes (PRTR). El PRTR recoge las granjas intensivas obligadas a declarar sus emisiones debido a su gran tamaño y es la medida que se usa habitualmente para calificarlas como ‘macrogranjas’. Las granjas que hoy en día no podrían construirse en esta comunidad serían al menos 11, pero entre todas suman una capacidad equivalente a 22 granjas del tamaño máximo permitido actualmente.

Que sigan funcionando a día de hoy se debe a que son instalaciones antiguas, anteriores a la primera normativa que reguló las granjas de porcino, aprobada en el año 2000. “Pueden mantener sus derechos adquiridos puesto que una norma, salvo que lo refleje específicamente en su articulado, no tiene aplicación retroactiva”, responde la Dirección General de Producciones y Mercados Agrarios, dependiente del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, preguntada al respecto.

Ese primer real decreto del 2000 limitaba el tamaño máximo de las granjas porcinas a 720 unidades ganaderas mayores (UGM) ampliables hasta 864 por las comunidades autónomas, algo que ocurre en Castilla-La Mancha. Las UGM son una medida de equivalencia que permite comparar animales distintos: por ejemplo, un cerdo de 20 a 100 kg supone 0,12 UGM mientras que un lechón equivale a 0,02. En 2020, el real decreto del 2000 se sustituyó por otro que mantiene el mismo tope a la capacidad productiva.

Junto a las 11 explotaciones que superan la capacidad legal, al menos otras 35 tienen autorizada una capacidad de exactamente 864 UGM. Por lo tanto, como mínimo el 22% de las macrogranjas porcinas de Castilla-La Mancha (46 de las 209) apura al máximo el tope productivo legal o lo excede. La información pública disponible sobre ocho de esas 209 granjas no es suficiente para conocer su capacidad autorizada. Maldita.es ha preguntado al Gobierno castellanomanchego al respecto, pero en el momento de esta publicación no ha habido respuesta.

Leer noticia aquí

Fuente de informació: Maldita.es

La alimentación genera más impacto ambiental que el coche, la ropa o el móvil

Un trabajo coordinado por el centro de investigación de la Comisión Europea e impulsado por el ministro Garzón concluye que la carne de cerdo, la de vaca y la de pollo son, por este orden, los alimentos que producen más daños en el entorno.

21 mayo 2022

¿Qué tiene un mayor impacto de aquello que consumimos los españoles? Por lo general, se piensa que lo peor para el medio ambiente tiene que ver con tubos de escape de los coches, industrias con chimeneas humeantes o complejos aparatos electrónicos. Sin embargo, según una evaluación de los patrones de consumo en España presentada este viernes por el ministerio de Alberto Garzón, son los alimentos los que están detrás de los mayores impactos ambientales en el país.

El trabajo ha sido coordinado por el Joint Research Centre (JRC), el centro de investigación de la Comisión Europea, a petición del Ministerio de Consumo, y evalúa lo que denomina la “huella de consumo de España” siguiendo la metodología desarrollada por la propia institución europea. Los cálculos se realizan, con datos actualizados hasta 2018, tomando como referencia 164 productos, que son analizados en todo su ciclo de vida teniendo en cuenta no solo las emisiones causantes del cambio climático o la contaminación atmosférica, sino una combinación de 15 indicadores ambientales, entre los que están también el uso del agua, el agotamiento de la capa de ozono o la toxicidad humana con efectos cancerígenos.

Una de las conclusiones, es que la alimentación supone el 52,1% de la huella de consumo de España; seguida de la movilidad (el transporte), que representa el 17,1%; la vivienda (su construcción y los consumos asociados), con el 16,2%; los bienes del hogar (ropa, calzado, mobiliario), con el 9,6%; y los electrodomésticos (que incluye diferentes aparatos electrónicos, como el móvil), con el 5,1%.

Resulta imposible no asociar los resultados de esta evaluación con pasadas polémicas surgidas en torno a declaraciones del ministro Garzón por señalar el impacto ambiental de la carne o las macrogranjas. Pues, dentro de la alimentación, el trabajo identifica los productos de origen animal (carnes y lácteos) como los que tienen unos mayores impactos, relacionados sobre todo con las emisiones y la transformación del suelo en campos de cultivo (una importante causa de deforestación y pérdida de biodiversidad) en la producción de piensos utilizados en la ganadería. Específicamente, entre los alimentos, los que salen peor parados con diferencia son, por este orden, la carne de cerdo, la de vaca y la de pollo.

Seguir leyendo noticia aquí

Fuente de información: El País

La ganadería (por fin) en el debate social

La ganadería intensiva está en los medios. Aunque las organizaciones ecologistas llevan años denunciando este tipo de ‘fabricación’ de carne, las declaraciones del ministro de Consumo han sacado a la luz los impactos de esta industria sobre el medioambiente, la salud de las personas y de los animales.

A raíz de las declaraciones del ministro de Consumo sobre la ganadería industrial y la necesidad de apoyar a la ganadería extensiva, el debate sobre “macrogranjas” está en todos los medios de comunicación. Se habla sobre sus impactos ecológicos, sociales y sobre la salud de las personas y de los animales, sobre la posibilidad (o no) de la coexistencia de los diferentes modelos y el papel que tienen en el mundo rural. Aunque las organizaciones ecologistas, vecinales y animalistas llevan años denunciando este tipo de explotaciones, por fin el debate ha saltado a las calles.

Pero ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

La ganadería ha sido tradicionalmente una forma de aprovechar los recursos que el ser humano no tenía otro modo de utilizar. La ganadería y la agricultura han tenido una relación de dependencia mutua: la fertilidad de los suelos ha dependido, hasta la aparición de los fertilizantes químicos con la Revolución Verde, del estiércol de los animales1. Asimismo, la mecanización de campo y la industrialización de las ciudades generó un amplio éxodo rural que incrementó el consumo de carne per cápita y por tanto la demanda. En las últimas décadas, la producción de cerdo en concreto, en Europa, se ha ido desplazando desde Holanda, Alemania y Dinamarca (donde ha crecido la sensibilidad social por cuestiones ambientales) a España. En la actualidad, el Estado español es ya el primer productor de carne de cerdo de Europa y el tercero del mundo: hace años que el modelo se implantó en Catalunya y Aragón, pero en los últimos años se ha ido ampliando sobre todo en Castilla y León, Castilla-La Mancha y Andalucía, aunque hay otras regiones afectadas como Galicia o País Valenciá. La cárnica es hoy en día la cuarta industria en nuestro país y está manejada fundamentalmente por cuatro grupos empresariales: El Pozo, Vall Companys, Nutreco y Campofrío.

En España, la tendencia en el sector ganadero es al incremento de determinadas cabañas ganaderas (cerdo y pollo para carne, gallina para huevos y vaca de leche) y el descenso de otras (oveja y cabra), más asociadas a un modelo de ganadería extensiva. El sector porcino ha pasado de 25,5 a 31,3 millones de cerdos entre 2013 y 2020. En el caso de los pollos de engorde, la producción ha duplicado su crecimiento en el último lustro, incrementándose en 80 millones de sacrificios entre 2015 y 2019. En cambio, a nivel general desciende el número de explotaciones y el de ganaderos y ganaderas: según los datos de la EPA, el empleo en ganadería en 2019 era el 29 % del que había en 1976. La ecuación es clara: más ganado menos explotaciones menos ganaderos igual a más industrialización más concentración del poder más desempleo abandono rural y más deterioro ambiental.

Llamar a las cosas por su nombre

Existe mucha confusión sobre qué es qué en ganadería2: “macrogranjas”, industrial, intensiva, extensiva, ecológica, agroecológica, racional, holística, regenerativa, a pasto… Para entender esta diversidad conviene imaginar los modelos como en un gradiente de intensificación y ese gradiente, no como una línea sino como un entramado. En ganadería, entre la reproducción y la cría del animal hasta el consumo del producto hay otros eslabones: el cebo, el matadero, el despiece, el almacenamiento, la transformación, la distribución y la venta. En cada uno de estos eslabones hay a su vez diferentes modelos y muchas combinaciones posibles. Por ejemplo, es habitual que terneros criados en extensivo sean luego cebados en instalaciones industriales y exportados por barco. En el cerdo ibérico es frecuente la reproducción y cría inicial en intensivo pero el cebo final en extensivo con bellota, el despiece y la transformación en dependencias industriales y la distribución y comercialización en manos de grandes empresas hasta los lineales de secciones gourmet de supermercados.

Las pequeñas granjas familiares de vacas de leche de la cornisa cantábrica tienen un periodo de cría intensiva (estabulada) pero se les alimenta fundamentalmente con hierba local autoproducida. El problema que tenemos es que esta variedad y complejidad de modelos no está ni descrita ni caracterizada formalmente en normativas, lo que genera confusión en quienes consumen, insuficiente diferenciación del reparto de subvenciones públicas y últimamente maniqueísmo partidista preelectoral.

La cárnica es hoy en día la cuarta industria en nuestro país y está manejada fundamentalmente por cuatro grupos empresariales: El Pozo, Vall Companys, Nutreco y Campofrío

Parándonos en el primer eslabón, el de la reproducción y cría, se entiende por ganadería industrial aquella en que los animales, confinados a lo largo de su vida y por tanto altamente medicados y privados de sus comportamientos naturales, se alimentan a base de piensos. Éstos, contienen el 21% y el 50% de soja, prácticamente toda transgénica, proveniente de deforestación en Latinoamérica. Es decir, no sólo se trata de las explotaciones, sino de un modelo industrial globalizado asociado a un entramado de producción de granos y soja, piensos, fertilizantes, biocidas, medicamentos y grandes cadenas de supermercados, manejado fundamentalmente por intereses y poderes corporativos.

Informe de Ecologistas en Acción.
Elisa Oteros Rozas. Área de Agroecología

Leer informe completo aquí

Un estudio aboga por reducir un 75% la ingestión de carne en la UE para salvar el planeta

Los científicos admiten que en algunas partes del mundo no es viable ni aconsejable erradicar la ganadería

23 abril 2022

Cada ciudadano de la UE consume alrededor de 80 kilogramos de carne al año, según un reciente estudio científico. Pero cada jugoso bistec, cada delicioso chorizo tiene un precio que no pagamos en el mostrador: la ganadería daña el clima y el medio ambiente. Los rumiantes, por ejemplo, producen metano, que acelera el calentamiento global. Los animales, además, convierten en carne solo una parte de las calorías con las que se alimentan, por lo que necesitan una superficie de tierra muy grande. Esto va en detrimento de los ecosistemas, ya que reduce el territorio necesario para la conservación de las especies silvestres. Asimismo, quienes comen demasiada carne asumen serios riesgos para su salud: su ingesta en exceso no es saludable y puede provocar enfermedades crónicas.

Existen buenas razones para reducir significativamente el consumo de alimentos de origen animal. «Si todos los humanos consumieran tanta carne como los europeos o los norteamericanos, sin duda no alcanzaríamos los objetivos climáticos internacionales y muchos ecosistemas colapsarían», explica el autor del estudio, Matin Qaim, del Centro de Investigación para el Desarrollo (ZEF) de la Universidad de Bonn (Alemania).

Por tanto, Quaim aboga por reducir drásticamente esos 80 kilos de carne al año: «Debemos reducir significativamente nuestro consumo de carne, idealmente a 20 kilogramos o menos al año. La guerra en Ucrania y la escasez resultante en los mercados internacionales de granos de cereales también subrayan que se debe alimentar a los animales con menos grano para apoyar la seguridad alimentaria”, añade. En la actualidad, alrededor de la mitad de todo el cereal producido en todo el mundo se utiliza como alimento para animales, explica Qaim.

Seguir leyedo noticia aqui

Fuente de información: El Periodico

Condenado a 15 meses de cárcel por dejar morir a unas 170 aves en una finca de ocas

Los hechos ocurrieron en 2018 en una finca de Fuente Obejuna

5 de abril 2022

El Juzgado de lo Penal número 2 de Córdoba ha condenado a un varón de unos 57 años de edad, de origen danés y propietario de una granja de ocas en Fuente Obejuna, a la pena de 15 meses de prisión e inhabilitación especial durante tres años y seis meses para el ejercicio de la profesión, oficio, tenencia o comercio de animales por la supuesta comisión de un delito continuado de maltrato animal, después de dejar morir a unas 170 aves.

Según recoge la sentencia, facilitada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) y adelantada por el diario ‘ABC’, se da por probado que desde el 31 de mayo de 2018 el acusado era el administrador de una mercantil situada en el polígono industrial de Fuente Obejuna con una finca ganadera ecológica dedicada al cebado en extensivo de ocas destinadas a la producción de paté, carne y plumas.

En este sentido, durante comienzos de junio de dicho año hasta el 21 del mismo mes, el procesado “dejó morir al menos 170 ocas por inanición y por falta de cuidados, y ello con absoluto desconocimiento del estado de desnutrición en el que las ocas se encontraban y con total desprecio por la vida de estas”.

La sentencia explica que el encargado de la explotación y de la alimentación de las ocas, un joven menor de edad, le había comunicado “la falta de pienso y el estado de desnutrición de las ocas” al acusado.

De este modo, el 21 de junio de 2018 los servicios veterinarios de la Oficina Comarcal Agraria (OCA) y el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) encontraron 149 ocas muertas, y un día más tarde otras 21 ocas muertas más, “la mayoría amontonadas y otras dispersas en la finca en avanzado estado de desnutrición careciendo de masa muscular y presentado un generalizado estado caquéctico por inanición”.

Al respecto, la jueza explica que “las ocas carecían de aporte alimenticio como pienso, así como de agua potable, salvo un pequeño bebedero y una pequeña charca de aguas pluviales empantanada, donde los animales bebían, se bañaban y defecaban, no reuniendo las condiciones higiénico sanitarias adecuadas”, a lo que apostilla que “tampoco recibieron la adecuada asistencia veterinaria”, de modo que “todo ello ocasionó la muerte de las ocas por inanición y falta de cuidados por parte del acusado”.

Seguir leyendo noticia aquí

Fuente de información: cordopolis.eldiario.es

Los datos que demuestran que las macrogranjas han llevado a España fuera de la legalidad ambiental

De 2007 a 2020 los sacrificios de cerdos han crecido un 36% en España; la UE ha llevado al país ante la justicia por incumplir los límites de contaminantes en aguas y suelo causados por los desechos agroganaderos.

4 febrero 2022

La ganadería intensiva que ha multiplicado la producción de carne de cerdo en España ha supuesto el avance imparable del modelo de macrogranjas mientras el país incumplía sostenidamente la normativa europea sobre contaminación del aire y del agua proveniente de los desechos agroganaderos.

En España hay unas 3.000 grandes explotaciones intensivas de porcino. El término macrogranja no existe de manera oficial. Se aplica a las granjas de gran tamaño que acumulan miles de cerdos en sus instalaciones. La normativa obliga a las grandes explotaciones a reportar sus emisiones de metano en el Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes del Ministerio de Transición Ecológica (PRTR), como explica esta investigación de Datadista publicada en elDiario.es. Y allí aparecen todas esas explotaciones, que sumaron 99 millones de kilos de metano liberados al aire en 2020.

Así que, mientras la producción de carne porcina crecía a gran velocidad y se creaban estas explotaciones, España no consiguió cumplir con los límites de emisiones a la atmósfera de amoniaco comprometidos con la Unión Europea durante toda la década en la que han estado en vigor, desde 2010 a 2019.  

Seguir leyendo noticia aquí

Fuente de información: eldiario.es

Las plataformas vecinales en contra de la ganadería industrial confirman los daños que causa este modelo

6 enero 2022

  • La Coordinadora Estatal Stop Ganadería Industrial se opone a los posicionamientos sesgados y simplistas de las organizaciones agrarias y del sector cárnico, que no distinguen entre el modelo de ganadería extensiva y el modelo industrial.
  • Estas organizaciones ignoran que el modelo de ganadería industrial agrava la despoblación de zonas rurales al generar muy pocos puestos de trabajo y provocar un gran impacto ambiental, especialmente a través de la contaminación del agua con nitratos.
  • La reciente denuncia de la Comisión Europea a España por los altos niveles de nitratos en las aguas subterráneas es una evidencia más de los efectos dañinos de las macrogranjas.

Las más de 50 plataformas y asociaciones vecinales de 7 Comunidades Autónomas que forman parte de la Coordinadora Estatal Stop Ganadería Industrial no han entrado nunca ni entrarán en luchas políticas. La Coordinadora tiene un carácter transversal y su mensaje es claro: apoyar la ganadería extensiva frente al modelo de ganadería industrial, que ni fija población, ni dinamiza las zonas rurales económicamente, ni es la solución para la España vaciada y muy al contrario afecta gravemente a la calidad del entorno, de las aguas y del modo de vivir de los que trabajan y pueblan el mundo rural.

La Coordinadora no está en contra del consumo de carne, ni está en contra de la ganadería, se opone al modelo de ganadería industrial por los daños que provoca en el medio rural y apoya la ganadería extensiva, que respeta los recursos, fija población y ofrece un producto de calidad superior.

Seguir leyendo noticia aquí